domingo, 2 de mayo de 2010

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj por Julio Cortázar

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.



El texto procede de: Historia de Cronopios y de Famas, Editorial sudamericana, Buenos Aires, 1962.

Le agradezco al Bizarro Papero, por regalarme este libro, todas las veces que podido leerlo me trae una sonrisa a la cara, gracias por regalarme una preocupación, gracias por regalarme un espacio menos en mi biblioteca, gracias por regalarme un pedazo de papel con letras que no me servirá de nada cuando me muera.

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